La mujer que descubrió de qué están hechas las estrellas… y fue olvidada
En los libros de texto se repiten nombres como Newton, Darwin, Einstein. Se enseña la gravedad, la evolución, la relatividad. Y en cuanto a la composición del universo, se afirma que el hidrógeno es el elemento más abundante. Punto. Pero rara vez se dice quién descubrió eso.
Esa mujer fue Cecilia Payne.
Sí, fue ella quien reveló la clave de las estrellas, del Sol, del universo entero. Pero durante décadas, su nombre quedó enterrado en el pie de página de la historia, como si su hallazgo hubiera brotado de la nada.
Un talento brillante, limitado por su época
Cecilia Payne nació en Inglaterra en 1900. Desde pequeña mostró un talento inusual para la ciencia, pero también nació en una época donde el talento femenino era más una rareza que una oportunidad.
Su madre, aunque de espíritu fuerte, se negó a pagarle una universidad porque "era una tontería que una mujer estudiara". Sin embargo, eso no detuvo a Cecilia: obtuvo una beca para estudiar en Cambridge, donde se destacó en física y astronomía. Pero ni siquiera eso le bastó.
Cambridge no otorgaba títulos a mujeres.
Harvard y la tesis que cambió la astronomía
Cansada de los límites impuestos en Inglaterra, Cecilia cruzó el océano rumbo a Estados Unidos. En Harvard encontró un lugar donde al menos podía investigar, aunque no de igual a igual: trabajaba en el observatorio como "computadora humana", uno de esos términos eufemísticos que escondían largas horas de cálculos sin reconocimiento.
Allí, elaboró su tesis doctoral bajo la dirección del astrónomo Harlow Shapley. Su hipótesis era tan radical como revolucionaria: el Sol —y por extensión, todas las estrellas— están compuestas mayormente de hidrógeno y helio, no de los mismos materiales que la Tierra, como se creía entonces.
Esa afirmación contradecía el pensamiento científico dominante de la época. El astrónomo Henry Norris Russell, uno de los más influyentes del momento, la disuadió de publicar su interpretación. Le dijeron que debía estar equivocada. Que era mejor no afirmarlo.
Así que Cecilia cedió. Su tesis fue publicada en 1925, titulada Stellar Atmospheres, con un tono más tímido del que merecía. Pero aún así, su valor era incuestionable. Otto Struve, años después, la describió como “la tesis doctoral más brillante jamás escrita en astronomía”.
Décadas después… le dieron la razón
Irónicamente, fue el mismo Henry Norris Russell quien, años más tarde, llegó a la misma conclusión que Cecilia… y la publicó. Esta vez, sí fue aplaudido.
Aunque Russell sí citó su trabajo, la historia no lo hizo. Durante años, se enseñó su versión como la oficial, mientras el nombre de Payne quedaba en la sombra.
Pionera sin aplausos
Pero Payne no se detuvo. Fue la primera persona en recibir un doctorado en astronomía por Radcliffe College (afiliado a Harvard, ya que Harvard como tal aún no aceptaba mujeres). Publicó investigaciones fundamentales sobre estrellas variables, temperaturas estelares y estructuras atómicas. Su trabajo fue la base de buena parte de la astrofísica moderna.
A pesar de los obstáculos, en 1956 se convirtió en la primera mujer en ser nombrada profesora titular en la Facultad de Artes y Ciencias de Harvard, y también la primera en dirigir un departamento allí.
Todo eso en una época donde muchas mujeres aún necesitaban permiso de sus esposos para abrir una cuenta bancaria.
El silencio después de la luz
Cecilia Payne falleció en 1979. No hubo portadas de diarios. No hubo homenajes nacionales. Solo una placa en una pared de la Universidad, casi escondida entre otras. Y, peor aún, los obituarios de la época ni siquiera mencionaron su mayor descubrimiento.
Hoy, cada estudiante de secundaria aprende que el hidrógeno es el elemento más abundante del universo. Pero pocos saben quién lo descubrió.
Recordar es un acto de justicia
Este texto no alcanza para hacerle justicia. Pero al menos quiere ser una chispa. Un pequeño homenaje a la mujer que, contra todos los prejuicios, nos reveló el secreto de las estrellas.
Gracias, Cecilia Payne.
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