Mujeres en el Olvido es un espacio para recuperar las voces de mujeres silenciadas por la historia. Científicas, artistas, pensadoras e inventoras que marcaron el mundo y no recibieron el reconocimiento que merecían. Reivindicamos su legado con mirada feminista.

Assata Shakur: la mujer que desafió al FBI y murió en el exilio

El 25 de septiembre de 2025, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba anunció el fallecimiento de JoAnne Deborah Byron, más conocida como Assata Shakur, a los 78 años, por “problemas de salud y su avanzada edad”.

Su hija, Kakuya Shakur, comunicó la noticia en redes sociales, precisando que su madre murió en torno a la 1:15 p.m. (hora de Cuba). La información fue confirmada por fuentes oficiales cubanas y medios internacionales.

Su muerte cierra un capítulo cargado de tensiones políticas, juicios polémicos y persecuciones, pero abre otro: el de su legado. Para el FBI, seguirá siendo una terrorista. Para los movimientos sociales, una heroína de la resistencia.

Assata Shakur: la mujer que desafió al FBI y murió en el exilio

1. De Pantera Negra a enemiga del Estado

Ha muerto Assata Shakur, ex militante de las Panteras Negras, figura clave del movimiento por los derechos civiles y símbolo de la lucha afroamericana contra el racismo estructural.

Estados Unidos la condenó en 1977 a cadena perpetua por el asesinato del policía Werner Foerster en Nueva Jersey. Sin embargo, desde el primer día, defendió su inocencia.

Durante el juicio, forenses y médicos declararon que las heridas de bala que sufrió Shakur en el enfrentamiento habían dañado gravemente el nervio de su brazo derecho, dejándola incapacitada para disparar. Los peritajes indicaban que había sido alcanzada con los brazos en alto. Aun así, fue declarada culpable.

2. Un juicio marcado por el racismo

Su proceso judicial se convirtió en un símbolo de las desigualdades raciales en el sistema estadounidense.

El jurado estuvo integrado exclusivamente por personas blancas, las pruebas fueron contradictorias y el ambiente político, profundamente hostil hacia los movimientos negros radicales.

Varios analistas y activistas coinciden en que Assata fue condenada más por su militancia que por pruebas reales. Su nombre ya estaba asociado al Black Liberation Army, un grupo que el FBI consideraba una extensión armada de las Panteras Negras.

La sentencia: cadena perpetua más 26 a 33 años adicionales.

La mujer que había exigido el fin de la violencia policial contra la comunidad afroamericana se convertía en prisionera del Estado que la había perseguido.

3. Fuga y renacimiento en el exilio

El 2 de noviembre de 1979, ocurrió lo impensable.

Con ayuda del Black Liberation Army, Assata Shakur escapó de la prisión de Clinton, en Nueva Jersey. Fue un operativo cuidadosamente planificado, en el que participaron tres militantes armados.

Desde entonces, el FBI la colocó en su lista de fugitivos más buscados, llamándola “peligrosa” y “terrorista doméstica”.

Cinco años más tarde, en 1984, Assata llegó a Cuba, donde el gobierno de Fidel Castro le concedió asilo político. Allí adoptó un perfil bajo, aprendió español, escribió su autobiografía “Assata: An Autobiography”, y comenzó una vida de silencio y resistencia.

Durante 40 años vivió en el exilio. Recibía visitas de artistas, académicos y militantes, pero rara vez hablaba públicamente. Su figura, sin embargo, seguía inspirando canciones, poemas y pancartas.

4. Perseguida hasta el final

Estados Unidos nunca la perdonó.

En 2005 fue incluida oficialmente en la lista de los terroristas más buscados del FBI, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar ese lugar.

La recompensa por su captura ascendió a 2 millones de dólares, y su nombre fue mencionado incluso en reuniones diplomáticas entre Washington y La Habana.

Ni siquiera durante el deshielo entre Obama y Raúl Castro se llegó a discutir su extradición. Para Cuba, era una refugiada política. Para EE. UU., un símbolo incómodo del fracaso de su justicia racial.

Su sola presencia en la isla fue un recordatorio permanente de las heridas históricas entre ambos países: el racismo, la represión policial y la persecución ideológica.

5. “Si eso es un delito, soy culpable”

En su autobiografía y en entrevistas, Assata Shakur dejó claro por qué luchaba:

“Defiendo el fin de la explotación capitalista, la abolición de las políticas racistas, la erradicación del sexismo y la eliminación de la represión política. Si eso es un delito, soy culpable”.

Estas palabras resumen una vida marcada por la resistencia, pero también por la fe en la transformación social.

En Cuba, fue vista como una intelectual crítica, una mujer que se reinventó sin renunciar a sus ideales.

6. Justicia oficial vs. justicia de los pueblos

El caso de Assata Shakur es un espejo de la tensión entre el poder judicial y la justicia social.

Las fuentes oficiales —tribunales, medios dominantes, agencias federales— suelen imponer narrativas que silencian voces disidentes.

Pero las memorias colectivas de los pueblos oprimidos ofrecen otra lectura: para ellos, Assata no fue una criminal, sino una superviviente del racismo institucional.

Su muerte reavivó ese debate. Miles de usuarios en redes sociales compartieron fragmentos de su historia, recordándola como “la mujer que el FBI no pudo callar”.

7. La historia sigue abierta

El duelo público también es político. La forma en que se narran las vidas de figuras como Shakur define cómo entendemos la justicia, la rebeldía y el poder.

A pesar de su muerte, su legado continúa siendo un desafío al relato oficial.

Porque, como ella misma escribió, la lucha no termina con el cuerpo: se prolonga en las ideas.

8. La pregunta final

Murió en Cuba el 25 de septiembre de 2025.

Para el FBI, seguirá siendo “terrorista”.

Para miles de militantes, será siempre la prueba viviente de que la justicia oficial no es lo mismo que la justicia de los pueblos.

Y la pregunta que deja en el aire es la misma que atraviesa toda su biografía:

¿Quién escribe la historia: los pueblos que resisten o los verdugos que la dictan?

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