Mujeres en el Olvido es un espacio para recuperar las voces de mujeres silenciadas por la historia. Científicas, artistas, pensadoras e inventoras que marcaron el mundo y no recibieron el reconocimiento que merecían. Reivindicamos su legado con mirada feminista.

domingo, 9 de noviembre de 2025

noviembre 09, 2025 Posted by Paginas en Red No comments Posted in , , , , , ,

En la Venecia del siglo XVIII, entre los espejos dorados, los abanicos de plumas y los susurros del carnaval, apareció una máscara distinta a todas: la Moretta. Pequeña, ovalada, cubierta de terciopelo negro, parecía hecha para resaltar la piel pálida de las damas venecianas. Pero su verdadero misterio no estaba en su forma, sino en su silencio.

La máscara Moretta

La elegancia del silencio

La Moretta, también conocida como Servetta Muta (“sirvienta muda”), no tenía cintas ni correas para sujetarse. En su interior se cosía un pequeño botón que debía mantenerse entre los dientes. Para lucirla, la mujer debía sostenerla con la boca… y en consecuencia, no podía hablar.

Era una elección aparente, pero en realidad era un gesto cargado de significado. El silencio no era un accidente, sino parte del encanto. Un adorno más dentro de una sociedad que dictaba cómo debían verse, moverse y comportarse las mujeres.

El cuerpo femenino se transformaba en un lienzo de discreción: hermoso, pero mudo. La máscara cubría el rostro, pero también imponía una norma social: la mujer debía ser vista, no oída.

Un símbolo entre el deseo y la obediencia

El carnaval veneciano era el espacio donde las identidades se mezclaban. Bajo las máscaras, los nobles se confundían con los plebeyos, los amantes con los desconocidos. Sin embargo, incluso en ese juego de libertades, el cuerpo de la mujer seguía prisionero de la mirada masculina.

La Moretta representaba ese delicado equilibrio entre el deseo y la obediencia. Su color oscuro contrastaba con la piel blanca y los labios rojos; su silencio sugería modestia, pero también excitaba la curiosidad. Las mujeres que la llevaban eran, al mismo tiempo, objeto de admiración y de control.

Era una pieza de moda, sí, pero también un recordatorio de su lugar en el mundo. En una sociedad donde la palabra femenina podía ser interpretada como insolencia, el silencio era visto como virtud.

La belleza muda del Renacimiento

Durante un breve tiempo, la Moretta fue símbolo de elegancia, sensualidad y misterio. Las damas de Venecia la usaban para asistir a fiestas, pasear por los canales y observar sin ser reconocidas.

Detrás de ese velo negro se escondía una paradoja: la mujer ganaba invisibilidad, pero perdía voz. En un mundo donde los hombres hablaban de política, arte y filosofía, ellas aprendían a comunicarse con gestos: una mirada, una inclinación del cuello, una leve sonrisa. Ese lenguaje no verbal se convirtió en una forma de supervivencia y de resistencia, aunque estuviera disfrazado de coquetería.

Con el paso del tiempo, sin embargo, la máscara comenzó a incomodar. Su simbolismo era demasiado evidente. Incluso en una época acostumbrada a callar a las mujeres, su silencio físico resultaba excesivo.

La desaparición de la Moretta

Hacia 1760, la Moretta desapareció discretamente del carnaval veneciano. Su caída fue tan silenciosa como su uso. Algunas teorías sostienen que las mujeres comenzaron a rechazarla, hartas de tener que sostener con los dientes una máscara que las condenaba al mutismo. Otras afirman que fue simplemente una moda que se extinguió con la llegada de nuevas formas de vestir.

Pero más allá de las causas, su desaparición tuvo algo de simbólico: la renuncia al silencio impuesto. Con el paso de los siglos, las mujeres fueron recuperando su voz, sus palabras, sus espacios públicos y privados. Sin embargo, la huella de esa máscara siguió viva, como una metáfora persistente de la represión disfrazada de elegancia.

Lo que la Moretta nos enseña hoy

Hoy, la Moretta duerme en vitrinas de museos y escaparates de Venecia, junto a otras máscaras del carnaval. Pero su presencia no es inocente. Es un espejo oscuro que refleja una verdad antigua: durante siglos se enseñó a las mujeres a hablar con gestos porque sus palabras no eran bienvenidas.

Esa máscara, aparentemente bella, representa una idea que aún sobrevive en muchas formas: cuando se espera que la mujer sonría, escuche y asienta, pero no opine. Cuando su voz sigue siendo interrumpida, minimizada o ignorada.

La Moretta cayó en desuso, pero su silencio aún resuena.

Cada vez que una mujer levanta la voz en un espacio donde antes debía callar, rompe simbólicamente ese botón de terciopelo. Cada vez que se atreve a hablar, debatir, escribir, cantar o protestar, la máscara se quiebra un poco más.

Porque recuperar la voz no es solo un acto individual, sino una reparación histórica. La Moretta nos recuerda que la libertad femenina no se conquista con disfraces ni apariencias, sino con palabras que se niegan a volver a ser mordidas.

domingo, 2 de noviembre de 2025

noviembre 02, 2025 Posted by Paginas en Red No comments Posted in , , , , , ,

Nació en San Petersburgo en 1881, bajo el hielo y la pobreza. Su padre, Antón, murió cuando ella tenía solo dos años. Su madre, Anastasia, era una viuda sin recursos, que apenas sobrevivía gracias a la caridad. En casa no había más que sopa de col y pan de centeno, pero en medio de tanta miseria había algo luminoso: una niña que no sabía rendirse.

Anna Pavlova no tenía juguetes ni vestidos elegantes, pero tenía algo que ningún dinero podía comprar: una gracia innata. En las calles heladas de San Petersburgo, bailaba junto a su madre para ganarse algunas monedas. Los transeúntes se detenían, conmovidos por aquella pequeña figura que parecía no tocar el suelo. En cada paso había algo sobrenatural, un destello de lo que el destino le tenía reservado.

Anna Pavlova: la mujer que convirtió el dolor en danza

El milagro de una niña pobre en la Escuela Imperial de Ballet

Anastasia, movida por la desesperación y una chispa de esperanza, llevó a su hija ante los jueces de la severa Escuela Imperial de Ballet. No tenía dinero, ni contactos, ni un apellido importante. Pero Anna tenía el don. Bastaron unos pocos movimientos para que los maestros quedaran maravillados. Fue aceptada. Le dieron techo, comida, abrigo y, sobre todo, una oportunidad.

Así comenzó el ascenso de aquella niña que, con pies descalzos, soñaba con volar. En 1899 debutó como solista, y seis años más tarde ya era Primera Bailarina. No había alcanzado la perfección técnica de otras compañeras, pero tenía algo que no se enseñaba: emoción. Cuando Anna bailaba, el público no veía una danza, sino un alma desplegándose sobre el escenario.

El mundo a sus pies

En 1910, el planeta entero conoció su nombre. Pavlova conquistó Londres junto a los Ballets Rusos de Diaghilev, y desde entonces su fama no dejó de crecer. Su figura delicada y su estilo etéreo la convirtieron en la encarnación misma del ballet romántico. Viajó por todo el mundo: desde el Metropolitan Opera House de Nueva York hasta los teatros de Asia y América Latina.

Dondequiera que se presentaba, el público enmudecía. Muchos describían la experiencia de verla bailar como una aparición: no una mujer de carne y hueso, sino una visión suspendida en el aire.

El Cisne que nunca dejó de volar

Anna Pavlova no fue una bailarina perfecta en el sentido académico. A veces el ritmo se le escapaba o la técnica flaqueaba. Pero nadie podía igualar la fuerza espiritual de su danza. Cuando interpretaba La muerte del cisne, el mundo entero contenía la respiración. Su cuerpo parecía disolverse en la música. Murió una y otra vez sobre el escenario, y cada vez resucitó con una intensidad más pura, más humana y más divina a la vez.

Esa pieza se convirtió en su sello, su eternidad. Pavlova transformó el movimiento en emoción, el gesto en poesía. Hizo del cuerpo un lenguaje y de la danza, un modo de trascender la realidad.

El último acto

El 23 de enero de 1931, mientras viajaba de Londres a París, el tren en el que se encontraba descarriló cerca de La Haya. Anna resultó apenas herida, pero pasó horas socorriendo a los demás pasajeros bajo la nieve, sin pensar en sí misma. El frío, sigiloso, se adentró en sus pulmones. Poco después desarrolló una neumonía que su cuerpo frágil no pudo resistir.

Tenía solo 49 años. En su lecho de muerte, con voz apenas audible, pidió:

“Preparen mi disfraz de cisne…”

Al día siguiente debía bailar.

El legado de una leyenda

Anna Pavlova no solo transformó el ballet: lo democratizó. Llevó su arte a países donde nadie había visto jamás una función de danza clásica. Fue una pionera, una mujer que, desde la pobreza más extrema, conquistó escenarios que antes estaban reservados a la élite.

Su historia es la prueba de que la belleza puede nacer del dolor, y de que la pasión —cuando es verdadera— no entiende de límites. Pavlova convirtió su vida en una coreografía de coraje, sensibilidad y arte.

A casi un siglo de su muerte, su sombra sigue girando sobre los escenarios del mundo. Cada vez que una bailarina se eleva en puntas, hay algo de Anna Pavlova flotando en el aire.

miércoles, 1 de octubre de 2025

octubre 01, 2025 Posted by Paginas en Red No comments Posted in , , , , , , , , ,

El 25 de septiembre de 2025, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba anunció el fallecimiento de JoAnne Deborah Byron, más conocida como Assata Shakur, a los 78 años, por “problemas de salud y su avanzada edad”.

Su hija, Kakuya Shakur, comunicó la noticia en redes sociales, precisando que su madre murió en torno a la 1:15 p.m. (hora de Cuba). La información fue confirmada por fuentes oficiales cubanas y medios internacionales.

Su muerte cierra un capítulo cargado de tensiones políticas, juicios polémicos y persecuciones, pero abre otro: el de su legado. Para el FBI, seguirá siendo una terrorista. Para los movimientos sociales, una heroína de la resistencia.

Assata Shakur: la mujer que desafió al FBI y murió en el exilio

1. De Pantera Negra a enemiga del Estado

Ha muerto Assata Shakur, ex militante de las Panteras Negras, figura clave del movimiento por los derechos civiles y símbolo de la lucha afroamericana contra el racismo estructural.

Estados Unidos la condenó en 1977 a cadena perpetua por el asesinato del policía Werner Foerster en Nueva Jersey. Sin embargo, desde el primer día, defendió su inocencia.

Durante el juicio, forenses y médicos declararon que las heridas de bala que sufrió Shakur en el enfrentamiento habían dañado gravemente el nervio de su brazo derecho, dejándola incapacitada para disparar. Los peritajes indicaban que había sido alcanzada con los brazos en alto. Aun así, fue declarada culpable.

2. Un juicio marcado por el racismo

Su proceso judicial se convirtió en un símbolo de las desigualdades raciales en el sistema estadounidense.

El jurado estuvo integrado exclusivamente por personas blancas, las pruebas fueron contradictorias y el ambiente político, profundamente hostil hacia los movimientos negros radicales.

Varios analistas y activistas coinciden en que Assata fue condenada más por su militancia que por pruebas reales. Su nombre ya estaba asociado al Black Liberation Army, un grupo que el FBI consideraba una extensión armada de las Panteras Negras.

La sentencia: cadena perpetua más 26 a 33 años adicionales.

La mujer que había exigido el fin de la violencia policial contra la comunidad afroamericana se convertía en prisionera del Estado que la había perseguido.

3. Fuga y renacimiento en el exilio

El 2 de noviembre de 1979, ocurrió lo impensable.

Con ayuda del Black Liberation Army, Assata Shakur escapó de la prisión de Clinton, en Nueva Jersey. Fue un operativo cuidadosamente planificado, en el que participaron tres militantes armados.

Desde entonces, el FBI la colocó en su lista de fugitivos más buscados, llamándola “peligrosa” y “terrorista doméstica”.

Cinco años más tarde, en 1984, Assata llegó a Cuba, donde el gobierno de Fidel Castro le concedió asilo político. Allí adoptó un perfil bajo, aprendió español, escribió su autobiografía “Assata: An Autobiography”, y comenzó una vida de silencio y resistencia.

Durante 40 años vivió en el exilio. Recibía visitas de artistas, académicos y militantes, pero rara vez hablaba públicamente. Su figura, sin embargo, seguía inspirando canciones, poemas y pancartas.

4. Perseguida hasta el final

Estados Unidos nunca la perdonó.

En 2005 fue incluida oficialmente en la lista de los terroristas más buscados del FBI, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar ese lugar.

La recompensa por su captura ascendió a 2 millones de dólares, y su nombre fue mencionado incluso en reuniones diplomáticas entre Washington y La Habana.

Ni siquiera durante el deshielo entre Obama y Raúl Castro se llegó a discutir su extradición. Para Cuba, era una refugiada política. Para EE. UU., un símbolo incómodo del fracaso de su justicia racial.

Su sola presencia en la isla fue un recordatorio permanente de las heridas históricas entre ambos países: el racismo, la represión policial y la persecución ideológica.

5. “Si eso es un delito, soy culpable”

En su autobiografía y en entrevistas, Assata Shakur dejó claro por qué luchaba:

“Defiendo el fin de la explotación capitalista, la abolición de las políticas racistas, la erradicación del sexismo y la eliminación de la represión política. Si eso es un delito, soy culpable”.

Estas palabras resumen una vida marcada por la resistencia, pero también por la fe en la transformación social.

En Cuba, fue vista como una intelectual crítica, una mujer que se reinventó sin renunciar a sus ideales.

6. Justicia oficial vs. justicia de los pueblos

El caso de Assata Shakur es un espejo de la tensión entre el poder judicial y la justicia social.

Las fuentes oficiales —tribunales, medios dominantes, agencias federales— suelen imponer narrativas que silencian voces disidentes.

Pero las memorias colectivas de los pueblos oprimidos ofrecen otra lectura: para ellos, Assata no fue una criminal, sino una superviviente del racismo institucional.

Su muerte reavivó ese debate. Miles de usuarios en redes sociales compartieron fragmentos de su historia, recordándola como “la mujer que el FBI no pudo callar”.

7. La historia sigue abierta

El duelo público también es político. La forma en que se narran las vidas de figuras como Shakur define cómo entendemos la justicia, la rebeldía y el poder.

A pesar de su muerte, su legado continúa siendo un desafío al relato oficial.

Porque, como ella misma escribió, la lucha no termina con el cuerpo: se prolonga en las ideas.

8. La pregunta final

Murió en Cuba el 25 de septiembre de 2025.

Para el FBI, seguirá siendo “terrorista”.

Para miles de militantes, será siempre la prueba viviente de que la justicia oficial no es lo mismo que la justicia de los pueblos.

Y la pregunta que deja en el aire es la misma que atraviesa toda su biografía:

¿Quién escribe la historia: los pueblos que resisten o los verdugos que la dictan?

domingo, 28 de septiembre de 2025

septiembre 28, 2025 Posted by Paginas en Red No comments Posted in , , , , , , , , ,

¿Sabías que la palabra lesbiana proviene de una isla griega del mar Egeo? Su origen está ligado a la figura de Safo de Lesbos, una de las mujeres más enigmáticas e influyentes de la Antigüedad. Sus versos, dedicados al amor, la belleza y la intimidad femenina, la convirtieron en símbolo de lo que hoy llamamos relaciones entre mujeres.

Pero detrás de este mito literario se esconde una vida llena de incógnitas, leyendas y, sobre todo, un legado poético que traspasó los siglos y que proviene de uno de los lugares maravillosos del mediterráneo.

Safo de Lesbos

La vida de Safo: entre el mito y la historia

Nacida en el siglo VII a.C. en la isla de Lesbos, Safo pertenecía a una familia acomodada. Sabemos que tuvo dos hermanos y una hija llamada Cleis, fruto de su matrimonio con Cércilas, un rico comerciante de la isla de Andros.

Su vida estuvo marcada por un breve exilio en Siracusa, debido a conflictos políticos entre familias aristocráticas, aunque regresó pronto a Lesbos, donde pasó la mayor parte de sus días.

A través de sus poemas nos habla de su entorno, de la educación de jóvenes mujeres y de una comunidad que giraba en torno al arte, la música y la poesía. Ella misma menciona “la casa de las servidoras de las musas”, lo que ha llevado a pensar que dirigía un círculo de formación femenina.

Safo, la décima musa

Los griegos antiguos la veneraron como una de las nueve grandes poetas líricos de la época arcaica. Platón llegó a llamarla “la décima musa”, un título reservado solo a los espíritus más inspiradores.

Aunque gran parte de su obra se perdió, los fragmentos que han llegado hasta nosotros muestran un lirismo íntimo y delicado. Sus poemas describen los sentimientos de las mujeres, los rituales cotidianos, la amistad y, sobre todo, el amor.

¿Homosexual, bisexual o simplemente poeta del amor?

Una de las grandes preguntas que rodean a Safo es su orientación sexual. En sus versos abundan las referencias apasionadas hacia otras mujeres, alabanza a su belleza y expresiones de deseo. Esto hizo que, siglos más tarde, se convirtiera en un ícono de la homosexualidad femenina.

Sin embargo, también estuvo casada y tuvo una hija, lo que ha generado debates interminables entre historiadores. ¿Fue homosexual, bisexual o simplemente escribió sobre el amor sin etiquetas?

Lo cierto es que en la Antigua Grecia las relaciones entre personas del mismo sexo eran comunes entre los círculos intelectuales. Pero mientras que el amor masculino fue aceptado e incluso celebrado en filósofos como Platón, la voz de una mujer cantando su amor por otra fue vista con mayor recelo.

Y quizá allí está la fuerza de Safo: en haber sido capaz de romper silencios y dejar constancia de un amor femenino que, de otra manera, habría quedado oculto en la historia.

La leyenda de su muerte

No se sabe con certeza cómo murió. Algunas fuentes sugieren que vivió hasta avanzada edad, mientras que una leyenda malintencionada cuenta que se arrojó desde un acantilado en Léucade por amor no correspondido hacia un hombre llamado Faón.

Hoy en día, la mayoría de los expertos considera este relato una invención posterior destinada a restarle fuerza a su figura como poeta y símbolo del amor entre mujeres.

El origen de la palabra “lesbiana”

La isla de Lesbos y su habitante más célebre dieron lugar a un término que siglos después se popularizaría: lesbiana.

Siglo XIX: antes de este periodo, “lesbiano/a” simplemente describía lo relacionado con la isla de Lesbos, incluso un tipo de vino.

1870: aparece el término “lesbianismo” para referirse a la relación erótica entre mujeres, también llamado “sáfico”.

1890: un diccionario médico utiliza “lesbiana” como adjetivo vinculado al tribadismo (la práctica sexual entre mujeres).

1925: la palabra se documenta como sustantivo para nombrar a la mujer homosexual.

La medicalización de la homosexualidad femenina por parte de sexólogos como Krafft-Ebing y Havelock Ellis la presentó como una “inversión” o una supuesta enfermedad neurológica. Sin embargo, sus escritos, aunque llenos de prejuicios, ayudaron a visibilizar la existencia de una subcultura lesbiana en ciudades como París o Berlín.

Con el tiempo, la palabra “lesbiana” dejó de ser un insulto o un diagnóstico para convertirse en un término de identidad y orgullo.

La huella cultural de Safo

A pesar de que solo han sobrevivido fragmentos de su obra, su influencia es inmensa. Safo fue capaz de elevar la voz de las mujeres en un mundo dominado por hombres y dar valor a la experiencia femenina.

Su poesía no solo habla de amor, sino también de belleza, deseo, pérdida y consuelo. Es un testimonio de que las mujeres de la Antigüedad tenían un espacio propio de reflexión, intimidad y creación.

Hoy, Safo sigue siendo estudiada en universidades, celebrada en el feminismo y recordada como la figura fundacional de la literatura lésbica.

Safo en el imaginario moderno

A partir del siglo XIX, con el auge de los estudios sobre sexualidad, su figura fue rescatada y reinterpretada. Escritoras, artistas y movimientos feministas encontraron en ella un referente.

La palabra “sáfico” aún se usa para hablar del amor entre mujeres, y su nombre está asociado a un legado de libertad, poesía y deseo.

En la isla de Lesbos, su tierra natal, aún se conserva el recuerdo de esta poeta que supo cantar a la pasión sin temor. Y aunque las preguntas sobre su vida personal nunca se resolverán del todo, su obra sigue respondiendo con versos: el amor, sea cual sea su forma, merece ser celebrado.

Conclusión

La historia de Safo de Lesbos nos recuerda que la poesía puede desafiar al tiempo y a los prejuicios. Más allá de etiquetas modernas, fue una mujer que puso en palabras lo que tantas otras sentían en silencio: la intensidad del amor y el deseo entre mujeres.

De su vida poco sabemos, pero lo que permanece es suficiente para comprender por qué Platón la llamó “la décima musa” y por qué su nombre terminó dando origen a un término universal: lesbiana.